Recurre a la interpretación de Copenhague y la teoría de universos paralelos, pero desde el punto de vista del gato, que en realidad ha sido reemplazado por un hombre con un arma apuntada a su cabeza. Cada vez que apreta el gatillo, el universo se divide en dos, dependiendo si el arma se dispara o no. La física dice que si repitiese el experimento eternamente,se volvería inmortal. ¿Es posible, o solo se trata de un delirio de los físicos?
En efecto, el experimento mental del suicidio cuántico asume que un hombre se encuentra sentado dentro de un recinto cerrado con un arma apuntada a su cabeza. El funcionamiento del arma está vinculado al estado de una partícula cuántica. Cada vez que el hombre apreta el gatillo, el estado cuántico de la partícula determina si la bala sale o no por el cañón de la pistola. Esto significa que cuando el sujeto decide acabar con su vida, al igual que el gato de Schrödinger, tiene un 50% de posibilidades de terminar con sus penas en ese mismo instante o de salir sano y salvo de la caja. Al igual que ocurría con el otro experimento, cada vez que se apreta el gatillo del arma el universo se divide en dos. En una de estas “versiones” del universo, el sujeto se encuentra sano y salvo, y en la otra muere. Y continuará dividiéndose una y otra vez, cada vez que se trata de disparar el arma.
Este experimento imaginario fue propuesto por Hans Moravec en 1987 y, de forma independiente, por Bruno Marchal en 1988. Una década más tarde, en 1998, fue desarrollado por Max Tegmark. A nivel cuántico, la materia se comporta de formas que desafían el sentido común -suponiendo que exista tal cosa- y el método científico no siempre puede aplicarse en forma práctica. Esa es la razón por la que los físicos recurren a este tipo de experimentos. En el caso del suicidio cuántico se busca probar la existencia de muchos "mundos paralelos". Esta teoría fue propuesta en 1957 por Hugh Everett III, y postula que por cada resultado posible de cualquier acción, el universo se divide en dos. En uno de ellos el resultado ha sido uno, y en el otro el resultado ha sido el opuesto. Por ejemplo, si lanzas una moneda al aire, el universo se divide en dos: en una ha salido cara, en el otro ceca. Lo mismo pasa miles de billones de veces por segundo, con cada partícula que cambia de estado o cada átomo que se desintegra. Este proceso fue denominado por Everett como “decohesión”, y sugiere la existencia de un número inimaginable de universo paralelos que han sido creados en cantidades industriales desde el principio de los tiempos.
Volviendo a nuestro suicida, cada vez que presiona el gatillo del arma, esta se dispara o no, provocando que el hombre muera o no. Cada vez, el universo se divide en dos para acomodarse a cada posible resultado de esta acción. En el momento que este muere, el universo deja de dividirse a causa del experimento: el posible resultado ya sólo puede ser uno: muerte continua. Pero cada vez que el disparo no se produce hay dos posibles resultados (el hombre sigue viviendo o muere). Obviamente, como el universo se divide y cada uno de los resultantes no tiene contacto alguno con el otro, en la versión que contiene al hombre vivo este no es consiente de la versión de sí mismo que está muerto en el otro universo. Simplemente, continúa viviendo y apretando el gatillo una y otra vez, creando un nuevo universo cada vez que lo hace.En una de esas versiones el nunca va a morir, y jamás sabrá que ha muerto incontables veces en los universos paralelos creados. Alcanza un estado que a los físicos les gusta denominar “inmortalidad cuántica”.
Por supuesto, existe un solo universo en el que se da esta situación. En los demás, una enorme cantidad de versiones del hombre se mueren y no acceden a esta clase de inmortalidad. ¿Lo captas? Fabuloso. Ahora veamos cómo esta teoría difiere con otra, llamada interpretación Copenhagen.
No hace mucho escribimos sobre la paradoja del gato de Schrödinger. En esa oportunidad, aprendimos que el famoso físico Erwin Schrödinger había diseñado (en el año 1937) un experimento destinado a exponer uno de los aspectos más extraños de la mecánica cuántica.
La ideal del “suicidio cuántico” es básicamente la misma, pero con un hombre en el lugar del gato.
Este experimento imaginario fue propuesto por Hans Moravec en 1987 y, de forma independiente, por Bruno Marchal en 1988. Una década más tarde, en 1998, fue desarrollado por Max Tegmark. A nivel cuántico, la materia se comporta de formas que desafían el sentido común -suponiendo que exista tal cosa- y el método científico no siempre puede aplicarse en forma práctica. Esa es la razón por la que los físicos recurren a este tipo de experimentos. En el caso del suicidio cuántico se busca probar la existencia de muchos "mundos paralelos". Esta teoría fue propuesta en 1957 por Hugh Everett III, y postula que por cada resultado posible de cualquier acción, el universo se divide en dos. En uno de ellos el resultado ha sido uno, y en el otro el resultado ha sido el opuesto. Por ejemplo, si lanzas una moneda al aire, el universo se divide en dos: en una ha salido cara, en el otro ceca. Lo mismo pasa miles de billones de veces por segundo, con cada partícula que cambia de estado o cada átomo que se desintegra. Este proceso fue denominado por Everett como “decohesión”, y sugiere la existencia de un número inimaginable de universo paralelos que han sido creados en cantidades industriales desde el principio de los tiempos.
Por supuesto, existe un solo universo en el que se da esta situación. En los demás, una enorme cantidad de versiones del hombre se mueren y no acceden a esta clase de inmortalidad. ¿Lo captas? Fabuloso. Ahora veamos cómo esta teoría difiere con otra, llamada interpretación Copenhagen.
La interpretación Copenhagen fue propuesta por Neils Henrik David Bohr en 1920, y básicamente dice que una partícula no existe en un estado o en otro, si no en todos los estados posibles al mismo tiempo. Únicamente cuando observamos la partícula es que esta adopta uno de esos estados. La posibilidad que posee una partícula de existir en varios estados a la vez se llama superposición coherente. La suma de todos los estados se llama “función de onda” del objeto. Hay un montón de matemáticas implicadas, pero en realidad no son indispensables para entender la idea. Lo cierto es que cuando observamos al objeto, la superposición se colapsa y el objeto es forzado a tomar alguno de los estados de su función de onda. Esta es la visión explicada en la paradoja del gato de Schrödinger.
¿Cual de las dos alternativas es cierta? No lo sabemos. La física cuántica es una rama relativamente nueva de la ciencia, y a cualquiera que no tenga un par de doctorados en su haber le resulta igual de ridículo oír hablar de que el universo se divide todo el tiempo o que un gato esta vivo y muerto a la vez. Solo podemos teorizar sobre lo que pasa a niveles cuánticos, un mundo en el que las reglas “de siempre” no se aplican y buena parte de las fórmulas que rigen la física parecen conducir a teorías sin sentido. Niels Henrik David Bohr, el físico danés que realizó importantes contribuciones para la comprensión de la estructura del átomo y la mecánica cuántica dijo alguna vez que “aquel que no se sorprende con la teoría cuántica no la ha comprendido”. ¿Qué te parece?
Fusilado de aquí.
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